
En el mercado de Nairobi me acerqué a la primera pescadería que vi, atraída por la belleza de los pescados expuestos. Naturalmente, en seguida saqué la cámara dispuesta a llevarme, aunque sólo fuera en imagen, uno de aquellos animalitos. Inmediatamente un joven pescadero me detuvo mediante un gesto, se dirigió a la vitrina, sacó el pescado y se colocó de manera que mi foto pudiera salir perfecta.
Verdaderamente, los kenianos son amables y de sonrisa fácil. Me gustó mucho caminar por la ciudad sintiendo que la rara era yo (soy blanca).
Vaya… muy servicial el pescadero, pero la fotografía, como tal, no me parece buena. La imagen, sin embargo -y a pesar de no ser amable-, es buena. Hace pensar en el caos y la futilidad humana.
Es triste.
Saludos.
Gracias.